lunes, 26 de enero de 2015

INFIERNO - Canto IV

Me despertó un pinche trueno y me levanté en chinga volteando a todos lados tratando de ver dónde me encontraba.

Y estaba en la orilla del valle de un abismo de donde salían llantos y lamentos, es neta.

Oscuro y hondo, mirando hacia el fondo no se alcanzaba a ver ni madres.

«Entremos a la oscuridad» dijo el poeta, todo pálido «yo voy primero y tú me sigues» Y cuando vi el color que tenía su cara le dije «¿cómo quieres que te siga? Si tú eres quien me da valor y ahora te pusiste blanco del susto» Y me respondió «Estoy pálido de lástima por los que están allá abajo, no de miedo.

Camina, que todavía nos falta mucho» Así me dijo y me hizo entrar al primer círculo que rodeaba el abismo.

No escuché llorar a nadie, solo se escuchaban los suspiros de un chingo de hombres, mujeres y niños.

El maestro me dice «¿No vas a preguntar quiénes son éstos? Antes de que sigamos tienes que saber que ellos no pecaron: y aunque hayan hecho cosas buenas, se la pelaron por no estar bautizados.

Nacieron antes del cristianismo y no supieron de dios, de hecho de aquí soy.

Por ese detallito nos chingaron, y nuestra condena es estar deseando, pero sin tener esperanza.» Sentí bien gacho, porque vi gente muy chida encerrada en ese lugar.

«Maestro ¿alguien ha logrado salir de aquí por mérito propio o de alguien más? ¿a alguno de ellos lo han hecho santo?» Y él respondió «Yo era nuevo aquí cuando llegó alguien con apariencia de muy poderoso, agarró a Adán, Abel, Moisés, Abraham, al rey David, a Israel con todos sus hijos, su padre, a Raquel y a un chingo de gente más y los hizo santos; antes de eso no se había salvado nadie» Mientras decía eso, nosotros seguíamos caminando por esa selva de almas amontonadas, no habíamos avanzado mucho cuando alcancé a ver la luz de un fuego.

Todavía estábamos lejos, pero aún así alcancé a reconocer a algunas de las personas que estaban en ese lugar.

«¿Éstos que están separados de la chusma quienes son?» Y respondió «Ellos son privilegiados aquí porque aún son famosos en tu mundo» Entonces escuché una voz decir «Ya llegó el poeta que andaba ausente» entonces pude ver cuatro sombras que se acercaban, no se veían ni felices ni tristes.

El maestro me dijo «El de la espada en la mano, el que va hasta adelante de ellos es Homero, el más chingón de los poetas, lo siguen Horacio, Ovidio y Lucano.

Son la bandota estos tipos.» Y así vi reunidos a los grandes poetas.

Después de hablar un rato entre ellos, voltearon a verme mientras mi maestro sonreía, y me concedieron el honor de anexarme con ellos, así que quedé como el sexto en la fila de aquellos sabios.

Avanzamos hacia aquella luz, hablando de cosas que no escribo porque tendrían que haber estado ahí para entender el pedo.

Llegamos hasta un castillo con siete muros al que rodeaba un arroyo.

Lo cruzamos como si fuera tierra firme, pasamos por siete puertas y llegamos a un prado verde y fresco.

Había gente muy seria, con semblante autoritario, casi no hablaban.

Nos alejamos para poder verlos a todos, y uno por uno me los fueron señalando, vi a Electra, Héctor, Eneas, César, Pantasilea, Camila y al rey Latino con su hija Lavinia.

Vi a Bruto, a Cornelia, a Lucrecia, a Julia, a Marcia y a Saladino; y al levantar la vista vi al mero padre de la filosofía, todos mirándolo y haciéndole la barba, Sócrates y Platón eran los que estaban más cerca de él, atrás de ellos Demócrito, Anaxágoras, Tales, Diógenes, Empédocles, Heráclito, Zenón, Dioscórides, Orfeo, Tulio, Livio, Séneca, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates, Galeno, Avicena y Averroes.

No entraré en detalles porque el tema va para largo.

El grupo de seis se partió en dos, mi guía y yo nos fuimos por otro camino y llegamos a un lugar donde nada brilla.

lunes, 19 de enero de 2015

INFIERNO - Canto III

POR AQUÍ SE LLEGA A LA CIUDAD DEL DOLOR, ATRÁS DE MÍ ESTÁ LA GENTE CONDENADA.
DIOS EN PERSONA ME HIZO, HE ESTADO AQUÍ SIEMPRE Y ESTARÉ PARA SIEMPRE.
LOS QUE ENTREN, YA VALIERON MADRES.

Estas palabras estaban escritas en lo alto de una puerta, y yo dije «Aquí no se andan con mamadas» A lo cual, mi guía responde «Vas a tener que dejar de ser tan mariquita, hemos llegado a donde están los condenados» entonces me tomó de la mano y entramos.

Se escuchaban llantos gritos y aullidos tan culeros que me puse a llorar.

En muchos idiomas se escuchaban las mentadas de madre, blasfemias y quejas, todos esos gritos girando en medio de la oscuridad.

Completamente aterrorizado le pregunté «¿Qué son todos esos pinches alaridos, quiénes son todos esos pobres cabrones?» Y él me respondió «Estos pobres güeyes fueron unos mediocres en vida.

Muy buenos para el infierno, muy malos para el cielo, así que los aventaron aquí» Y yo: «Maestro, ¿Si no están realmente en el infierno, por qué la hacen tanto de pedo?»  Respondió: «Pues resumiendo, ya no tienen ni la esperanza de morir, y su vida es tan irrelevante que envidian a todos los demás, aún a los que se fueron al infierno.

En el mundo ya nadie los recuerda, ni para bien ni para mal, es más, ni los peles, sigue caminando»

Justo en ese momento vi un estandarte moviéndose y ondeando en chinga loca, y detrás de él, un demonial de personas, nunca me imaginé que hubiera tanta gente muerta.

Entre todos esos reconocí a alguien, pero solo le alcancé a ver la pura sombra.

En ese momento capté cómo estaba el pedo, todas estas personas eran aquellos que le pintaron dedo tanto a dios como a sus enemigos.

Esos pobres pendejos que nunca estuvieron realmente vivos, iban desnudos caminando, mientras un chingo de avispas y moscones les picaban sacándoles sangre.

Esa sangre que se revolvía con sus lágrimas, les escurría por todo el cuerpo hasta llegar a sus pies, donde servía para alimentar a unos gusanos asquerosos.

Miré para otro lado y entre la oscuridad vi gente a la orilla de un río, queriendo atravesarlo y dije «Maestro ¿quiénes son esos? ¿Por qué a huevo quieren cruzar el río?» y él me respondió «¡Que bien chingas! Espera aunque sea a que lleguemos a la orilla del Aqueronte y te resuelvo esa duda»

Yo solo bajé la mirada y me callé el hocico todo el camino hasta el río, para no hacerlo encabronar con tanta pregunta.

Entonces se nos acercó en su lancha un ruco canoso mientras gritaba «¡Pobres de ustedes, almas perversas! no esperen ver el cielo; vine a llevarlos a la otra orilla, a la oscuridad, al cielo, al fuego.

Y tú güey, que estás vivo, aléjate de esos que ya están muertos.» Pero como yo ni lo pelé, dijo «Tendrás que llegar a la playa por otro lado, por aquí ni madres,  te tendrá que llevar una lancha más ligera».

Y el guía le responde «Caronte, no te encabrones: el alto mando ya decidió que pedo con esto, ya ni preguntes.» Al escuchar esto, el lanchero le bajó de huevos, aunque aún se le veían los ojos como de fuego.

Pero las almas encueradas y cansadas rechinaban los dientes y hasta cambiaron de color al escuchar esas palabras.

Echaron pestes de dios y de sus padres, de la raza humana, del lugar, del tiempo y hasta de su nacimiento.

Y luego se juntaron a gimotear en esa orilla a donde van a dar los que no tienen temor de dios.

Caronte, el demonio de ojos de fuego los subió a todos, dándoles chingadazos con el remo a los que se atrasaban.

Y así se subieron, los hijos rebeldes de Adán, como hojas cayendo de una rama en otoño, de uno en uno, como pájaros cazando.

Así los iban pasando al otro lado, y antes de que se terminaran de bajar, ya se había juntado otro grupo de gente.

«Mi hijo» dijo el maestro cortésmente «Los que se mueren mientras dios está encabronado con ellos vienen a dar aquí, gente de todos los países que esperan ansiosos a cruzar el río, porque la justicia divina los impulsa y de algún modo el miedo se convierte en deseo.

Por aquí no cruzan almas justas, entonces si Caronte se encabrona de que te subas a su lancha, ya sabrás lo que significa.» Y cuando dijo esto, toda esa región oscura se sacudió tanto que todavía me suda la cola de acordarme.

Sopló un viento fuerte, cayó un relámpago rojo y de la impresión caí desmayado.

lunes, 12 de enero de 2015

INFIERNO - Canto II

Otra vez oscurecía y me preparé para caminar un chingo y presenciar el sufrimiento del que con toda exactitud me acuerdo.


Entonces dije «Poeta, antes de empezar, no sé si tengo lo que se necesita para este viaje, tú escribiste que Eneas subió al cielo con todo y calcetines, seguramente porque dios sabía qué pedo con él, y que de algo serviría dejarlo pasar, esto no me parece indigno, porque este tipo fue elegido en el cielo para ser el alma del imperio romano, ahí donde fue el lugar elegido para que viviera el papa.


En el viaje de Eneas cuentas que escuchó cosas que le ayudaron a él y a la iglesia a triunfar.
¿Pero yo qué pedo? ¿Con qué méritos? ni yo ni nadie me cree digno, ¿qué tal que me vuelvo loco? Lo que quiero decir es... Bueno, tú eres la neta y entiendes hasta lo que no digo»


«Si entiendo bien» respondió «te quieres echar para  atrás porque ya te dio miedo, pero no le saques, déjame contarte por qué vine para que te sientas más tranquilo.


Yo estaba con las demás "almas suspendidas" cuando de repente me habló una mamacita, hermosa, de ojos brillantes y voz chida, me dijo: "banda, tengo un amigo que aún vive y tiene una bronca que lo esta haciendo retroceder del camino de la montaña, a ver si no es muy tarde, el güey está perdido y asustado según me cuentan en el cielo.


Hazme el paro y échale la mano en lo que necesite, yo soy Beatriz, y ya me quiero regresar al cielo, estoy aquí hablando contigo solamente porque quiero un chingo a ese cabrón.


Cuando regrese al paraíso le hablaré bien de ti al mero jefe."


Entonces se calló y yo le dije: "chica guapa, pa luego es tarde, tu boca es la medida, solo dime bien que quieres que haga", pero antes cuéntame cómo es que llegaste hasta aquí desde el cielo ¿no te da miedo haber bajado hasta acá?


Solo deben dar miedo las cosas que pueden dañarte, dios hizo que nada aquí pueda dañarme, hay una dama en el cielo que se compadeció del tipo al que iras a salvar, ella llamó a Lucía y le dijo «tu devoto necesita que lo ayudes, ahi te lo encargo»


Lucía, a quien no le gusta ver sufrir a nadie, fue a buscarme, yo estaba con Raquel, me dijo: Beatriz ¿por qué no ayudas a ese guey? Te quiso un chingo y se alejó de malas compañías por ti, ¡ayúdalo! ¿No ves que esta a punto de llevárselo la chingada?


Apenas escuche esas palabras y que salgo en chinga a buscarte, y llegué contigo porque sé que eres bien cabrón.


Al decir eso me miró llorando y yo salí hecho la madre a buscarte y quitarte de enfrente a la fiera que no te dejaba subir al monte.


¿Por que le sacas? ¿eres joto o que pedo? tienes influencias en el cielo, tres mujeres te echan la mano desde allá.»


Y entonces me arme de huevos y dije: «qué piadosa es ella por ayudarme, y qué a toda madre eres tú que le hiciste caso.


Gracias a lo que dijiste, me regresaron las ganas de seguir avanzando, guíame, sé mi jefe y maestro»


Así le dije y lo seguí por el camino.

domingo, 11 de enero de 2015

INFIERNO - Canto I

Tendría yo unos 35 años cuando me perdí en una selva oscura, es difícil describir a detalle esta jungla, me da miedo de solo acordarme, pero solo por contar las cosas chidas que después encontré, les voy a hablar de todo lo que pasó.


La verdad no supe ni cómo llegue ahí, me apendejé y cuando me di cuenta ya no estaba en el camino por donde iba, seguí caminando y llegué al pie de un cerro enorme, miré hacia arriba y vi que en lo alto ya se veía la luz de los rayos del sol, entonces se me pasó un poco el miedo y me animé a voltear hacia atrás, para ver de nuevo esa selva, de donde nadie sale con vida.


Después de descansar un rato me eché a andar por el camino del cerro, pisando con cuidado, cuando de repente vi pasar hecho la madre a un ocelote y el muy cabrón no se me quitaba enfrente, cerrándome el paso, ya hasta me estaban dando ganas de regresar.


Estaba amaneciendo, y ver los rayos del sol me dieron la esperanza de que no pasaría nada malo con aquella bestia, eso estaba pensando cuando vi un león corriendo hacia mí, con la cabeza levantada y hambre rabiosa, daba miedo el animal.


Luego vi una loba flaca y hambrienta tan fea que dije "ya valió madres eso de llegar a la cima del cerro", avanzó hacia mí y lentamente me hizo retroceder y descender.


Mientras iba bajando, vi a alguien que estaba mudo o era muy silencioso, cuando lo vi le grité «ayúdame, seas quien seas o lo que seas»


Me dijo «fui poeta hace mucho tiempo, en Lombardia, cuando mandaba César Augusto y teníamos un buen de dioses falsos, yo fui quien escribió sobre Eneas, quien llegó de Troya cuando todo valió madres por allá. ¿Por qué regresas a la selva en lugar de subir al monte que está más chido?»


«¿Eres Virgilio? ¡No mames! ¡Eres mi héroe! ¡Mi maestro! de ti me fusilé el estilo que me hizo famoso, ayúdame con ese pinche animal que no me deja pasar, la neta me da un chingo de miedo».


Me vio llorando como mariquita y me dijo «Es mejor que vayas por otro camino, porque este cabrón animal no deja pasar a nadie, los mata, se los traga y nunca se le pasa el hambre, se aparea con bastantes animales, y se revolcará con muchos más, hasta que llegue el perro de caza que le ponga en la madre, ése que se alimenta de amor, virtud y sabiduría, quien algún día salvará a Italia, echando a la pantera de un pueblo a otro hasta que la mande a chingar a su madre en el infierno.


Sígueme, yo seré tu guía, te voy a llevar por lugares donde se escucha cómo se quejan las almas condenadas, por ahí veras a algunos a quienes les vale madres estarse quemando, porque confían en que están por ser liberados, si quieres seguir subiendo junto a ellos, tendrás que cambiar de guía, allá hay alguien más digno que yo.


Te dejaré con esa persona cuando me vaya, porque le caigo mal a dios y no me quiere ver en su reino, ya que no se me dio la gana obedecer sus leyes, él gobierna en todos lados y desde arriba manda, ahí esta su ciudad y su trono, los que él decide enviar para allá lo pasan pocamadre.


Yo le respondí «Poeta, por diosito santo, llévame a donde dices, para escapar de este pedo y otros peores y pueda ver la puerta de San Pedro y a esos pobres güeyes de los que me hablas» entonces se echó a andar y yo lo seguí.